miércoles, 19 de mayo de 2010

La Ausencia

Dice el maestro Dolina que el universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia, uno no está casi en ninguna parte. Pero cuánto habrá de nosotros por cuántos lugares que no sabemos. Lugares donde dejamos quizás olvidada, o no, una huella, un hilo desprendido del saco, o una sonrisa en un espejo. La ausencia es relativa, y en cada lugar que estamos dejamos un retazo de lo que fuimos, ya sea físico, o quizás en la memoria de la persona que se quedó.

Mentiría si te digo que te extraño.
Son mis manos, y no yo, las que te buscan,
trazando eses en la almohada.
Son las yemas de mis dedos las que extrañan la textura de tu espalda.
Son mis dos pies los que deshacen camas,
buscando tus pies para enredarse.
Serán mis costillas, sin el cinturon que eran tus brazos,
mis cosquillas, o mis pulmones que no se llenan de tu risa.
Quizás te extrañen mis oidos, que despiertan sin tu voz en la cocina.
O mis hombros, que sin tus lagrimas hoy están secos,
y guardan la forma de tu rostro desde la última vez.
Serán las lámparas de la casa, que extrañan alumbrarte,
o la alfombra que ya no siente tus pasos y se alegra de que llegaste.
Será el hueco en mi pecho, o la mueca que me dejaste por sonrisa.
Quizás la silla vieja que cruía cuando mi regazo era tu asiento, o
el viento que movía las cortinas y entraba solo para verte.
Tal vez, la barra de nuestro bar, sin la huella de tus copas.
Quien sabe, quizás el espejo, que no quiere mirar desde que te fuiste.
Podría decirte, corazón, que no, no soy yo el que te extraña...

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