jueves, 26 de agosto de 2010

Fuego en mis manos

Tienen mis manos sabor a tu silueta,
a la impaciente serenidad
con que tus labios
intercalan mi nombre con suspiros,
y acaricia tu aliento mis oídos,
y maldecís mi silencio con tus uñas.

Tienen tus ojos, ocultos tras los párpados,
color de cielo estrellado, y se mueven,
como se mueven los cometas,
y se camuflan mis dedos en tu ropa,
y se disuelven tus gritos en mi boca,
pegándose a mi cuerpo tu cintura.

No hay mejor percusión para mis manos
que la tibia humedad, que ensombrecida,
me regala el horizonte que es tu cuerpo.
La fría lluvia que por fuera se desliza,
el rumor de la ciudad entrando por la ventana,
la mañana de mañana que agoniza.

Y yo sigo, sumergido en el abismo
que me presta el vaivén de tu figura,
en los charcos de las lágrimas futuras,
en el roce de tu risa en las paredes,
en el colchón de un sinamor con alfileres,
y te regalo el fuego frío de mis manos...

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